domingo, mayo 11

El significado mecanizado en Kracauer

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Kracauer hace una crítica del signo según la cual la modernidad ha trasladado el significado del objeto a su valor de uso o de posicin humana lo hace intercambiable y prescindible, sin que el hombre solo pueda apoderarse de ón relativa. Señala que la yuxtaposici. Decisiones quepoder realizar aquello que supone su impulso emocional. ón del punto de vista narrativo del reportaje es una metáfora de la construcción simbólica con la cual el ciudadano moderno evalúa y toma decisiones con respecto a lo que le rodea. Eliminado el narrador omnisciente, los términos absolutos de la objetividad se disuelven en el contraste de valores simbólicos que han tomado resignificaciones creadas a partir de la relación entre los mismos. Es entonces cuando Kracauer vincula este vacío de definición a las estructuras económicas y sociales modernas, nacidas de la industrialización, con la mecanización como eje “conceptual” y la ciudad como representante de sus valores. Este nuevo orden se caracteriza por delinear una sociedad con las necesidades primarias cubiertas, sin verse obligada a cumplir los procesos para su supervivencia; que ha perdido vinculación con el valor de su existencia, ya que la masificación humana lo hace intercambiable y prescindible; y que condena al hombre a la incapacidad de tomar decisiones respecto a su camino vital.

La teoría de la Nueva Objetividad toma la perspectiva de la visión plural. La realidad es una composición documentada de momentos superpuestos que descubren las relaciones que dan el significado y su valor a los elementos. La antigua concepción egocéntrica del mundo empalidece cada vez que prueba su contraste con la realidad. Las categorías aparecen mezcladas, superpuestas, sin un eje ordenador, y siempre variables y en movimiento. El individuo está enfrentado a un mundo cada vez más complejo que le impide dar una definición apropiada no sólo de la supuesta “realidad”, sino incluso de su postura política y personal. Esta visión le condena a una alienación más íntima, la de no poder escoger su propio camino por no ser dueño de los símbolos que definen su realidad. [1]

La nueva realidad urbana requiere del nuevo hombre una adaptación tanto laboral como social que le impide la toma de decisiones alrededor de muchos aspectos vitales sobre sí mismo. Decisiones que debe someter a los dictados del sistema para poder acceder a las herramientas de supervivencia. La vida interna está dirigida a los objetivos del conjunto de la máquina social. Ésta no sólo crea la mecanización de la vida laboral, ajena a los ritmos rutinarios de la Naturaleza, sino que estandariza además las necesidades afectivas en formatos de entretenimiento, que son al menos el último reducto de la expresión personal. Así se ve sometido a una iconografía de experiencias o emociones que lo categorizan en estándares ajenos a su vida personal, o individual.[2] El mercado crea la mentira del ideal para aquellos que lo alimentan, que cumple con el papel que juegan las identidades dentro de la máquina, pero que fuerza su configuración interna a una definición cada vez más alejada de la visión personal.

La imagen se aleja de aquello que oculta en tanto no cumple con el camino experiencial del hombre que la ha hecho posible. La perfección resultante del continuo refinamiento de la mecanización amaga precisamente la estratificación de procesos que la han configurado como tal. Procesos que el individuo moderno adquiere sin ser partícipe de su construcción ya que su racionalización los ha podido “manufacturar”. El ideal moderno ya no viene definido por la conceptualización ejemplarizante de la razón, sino que lo ha creado la racionalización de objetivos derivada de la historia industrial. Objetivos que ha dispuesto de la misma manera para el individuo que para el ámbito social. Un crecimiento más cercano a las ciencias sociales que estudian el devenir de sistemas e instituciones que actualizan el resultado de un desarrollo político y cultural hiper evolucionado. Se construyen sin eje conceptual predefinido y con mayores obstáculos a su acceso y definición, ya que el nuevo hombre tampoco es capaz de concebir su estructura sin una preparación más desarrollada que la educación escolar.

Es por ello que el ideal representado en la cúspide social, que se presenta en el proceso democrático al alcance de todos gracias a la expansión de los medios, es el dios falso de la frustración y el ideal errado de la aspiración humana. Aunque sea real en tanto posible, no es sin embargo un horizonte para el que la sociedad prepare al individuo, sino al contrario. Las herramientas que hacen posible la consecución de poder para que el individuo pueda controlar su propia forma de vida, se topan con no sólo la exigencia de una preparación superior, sino con un mundo de relaciones mercantiles ya construido sobre el nepotismo con el que el poder económico resguarda su porcentaje de beneficios.

Pero no sólo la aspiración a un signo vacío de significado es materialmente imposible, sino también condena al ciudadano al vacío espiritual de no poder construir una realidad más cercana a sus deseos y necesidades individuales. Aunque pueda tener acceso al ideal de vida, no es capaz de disfrutarlo, ya que es una fórmula que no ha construido por sí mismo porque ha sido creada más allá de sus elecciones personales. Además, la experiencia pierde su valor en tanto cambia de significado, ya que ésta no viene definido por su “naturaleza”, sino por su uso y su relación.[3] El hombre que no ha construido esa “experiencia” por sí mismo, que ha adquirido prefabricada en paquetes vacacionales, no la puede escoger adaptada a su criterio y gusto personal. A pesar de la hiperdefinición de los procesos se ajuste a muchos aspectos personales del individuo, éste puede fallar en percibirlo así, ya que su constante cambio y resignificación hacen más compleja la definición de sí mismo así como su papel o identidad.

Kracauer se une al romanticismo filosófico de principios de siglo que reclama la experiencia individual por encima de la vía social como camino “real” para el desarrollo colectivo. Un canto a todo aquello que ha constituido al humano como ser racional, capaz de abstraer la realidad para poder configurarla a su antojo, y no a la inversa. El método “natural” que la máquina ha absorbido en procesos de mecanización cada vez más simplificados, pero que ha alejado a sus miembros de los ritmos que en último término el individuo, en tanto cuerpo, es capaz de controlar por sí mismo para dirigir su proceso de crecimiento personal, tanto en sus decisiones emocionales como profesionales. La supervivencia en la máquina obvia muchas veces el valor de los costes de tiempo, de inversión de energías y de asunción de riesgos de todo proceso debe pasar para llegar a una evolución, camino esperado para el individuo. Se pierde entonces el conocimiento personal de los años necesarios de procesos de prueba y error para construir un proyecto adecuado a la postura donde cada uno esté mejor adaptado tanto emocional, profesional como política o socialmente. Y es así también cuando la definición del símbolo hegemoniza la vida del hombre, que se ve obligado a correr tras de él en vez de hacerse dueño de su creación y, por tanto, de su significado.



[1] En las Ciudades blancas, pág. 9, Roth da un primer paso en la misma dirección perspectiva: “El ‘buen observador’ es el informador más triste. Registra todo cuanto está sujeto a cambios con los ojos bien abiertos, pero rígidos. No escucha su propio interior. Debería hacerlo, sin embargo. (…) Antes de que escribamos una palabra, ésta ya no tendrá el mismo significado. (…) Sólo puedo narrar cuanto ocurría en mi interior y cómo lo vivía”
[2] Aquí también Roth, en la misma narración que la anterior nota, pág. 11, concuerda en la postura social del individuo: “Nos vemos obligados a ‘mostrar nuestro juego’, y no puede ser uno cualquiera, sino uno que disponga de reglamento oficial: sino ‘careceríamos de principios’”.
[3] En Crónicas berlinesas, Roth, pág. 16, el escritor vincula la experiencia del paquete vacacional con la degradación de la noción de Naturaleza como elemento genético de los signos en favor de su significado relativo: “En su lugar se extiende en las afueras de la ciudad la naturaleza concepto, el concepto de naturaleza. (…) Y es que la naturaleza ha recibido una misión. La razón de nuestra existencia es nuestra distracción. Ya no existe por sí sola. Existe para cumplir con su misión.”

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