domingo, febrero 8

JUSTICIA DE CALLE


¿Se imaginan a un hombre desnudo montando en bicicleta por la Pla de Palau? Pues eso es lo que ocurrió el julio del año pasado, cuando Jacint Ribas i Deix se paseaba sin ninguna vergüenza en el amparo de su libertad de derechos. Hasta aquí todo correcto, aunque no sé si ustedes se han preguntado alguna vez si salir a la calle como su madre les trajo al mundo es delito.


Pues no. El juicio que se ha librado a principios de año ha sentenciado que está permitido, siempre y cuando no venga la autoridad a proteger la mirada de mujeres y niños. Ribas y Deix se encontró con los Mossos d’Escuadra en Pla de Palau cuando estaban atendiendo un desmayo. Como en cualquier día de verano, el ciclista se acercó al corrillo para mirar, pero acabó siendo él el centro de atención. 

El caso es que Ribas acusó al Mosso de coacción ya que según él le había amenazado con detenerle si no se vestía. No sabemos si por motivo de decencia o por consideración al enfermo, el Mosso, con sus manuales de atención al ciudadano, le dijo a Ribas que se “vistiera o que sino se fuera”. Estas fueron las palabras textuales que el acusado declaró en el juicio. ¿Por qué tanto revuelo por una situación que se hubiera quedado en anécdota? Pues porque entre los que aplican su libertad y los que deben cumplir órdenes siempre hay malentendidos (o prejuicios) que complican la situación. La Jueza de Instrucción ha determinado ahora la absolución del Mosso gracias a la declaración de su compañero, que corrobora la versión.

Sea cierto o no lo que se dijo en el juicio, y más allá de lo que pasara, lo que todavía no se ha conseguido es solucionar las cosas entre nosotros, entre iguales. Ya no se sabe si se utiliza la Justicia para sacar beneficios, para amenazar o para corregir conductas perjudiciales. Si nos amparamos en ella para hacer ley de la civilización, quién sabe cuántos trámites deberemos hacer para poder llevarnos bien.

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