jueves, julio 28

Teoría 2.0: ya no mola ser la última coca-cola del desierto

Hace pocos días escribí un estado en mi facebook que fue bastante afortunado:
La verdadera revolución de las redes sociales es haberse dado cuenta que tus secretos más secretos formaban parte de la cultura popular... sshhhhh.
A veces es raro saber que lo que pasa desapercibido por tu cabeza puede llegar a ser un gran hype. Cuando se habla de 2.0 yo lo entiendo como el éxito de escuchar las voces a las que no sueles estar atento. Un clásico de la publicidad y el márketing pero que ahora ya no tiraniza la marca, sino el inconsciente colectivo.


Siempre me ha asustado la teoría del Gran Hermano, que cada vez creo más cierta y más escalofriante. Con internet por delante hasta alguna rama sociológica la podría justificar. Sería una buena tesis para la teoría de redes, aunque de complicadísimo seguimiento. Ver cómo funciona el fenómeno viral, qué tiene o no éxito, qué está moviendo a la gente en este momento. Y a eso voy, como en el sexo, lo que consigue que cualquiera se enganche es descubrir dónde estaba el secreto. Por supuesto que a todos nos gusta lo mismo: reír, comer, la noche, las vacaciones, los buenos días, los bebés... Pero con la web podemos darle una vuelta de tuerca: no hay pensamiento más oscuro, más retorcido y satisfactorio, que el mismo que está pensando el que tengo a mi lado.

La vergüenza ha salido al escenario y no parece que nadie la quiera hacer volver. En estos años he visto un niño de dos años fumar como un cosaco, otro salir drogado del médico (créanselo, el tipo se ha hecho una marca a costa de su hijo), un tío con quien me gustaría bailar toda la vida, un montón de lipdubs que han sido el colmo del aburrimiento viral, el peor lloriqueo de un hombre en directo, un tipo que alcanza ordenadores con el culo (este lo he visto ahora buscando, no se lo pierdan), un etc. tras otro, tras otro. Que para perder mis veranos en casa nunca había viajado tanto.

Las agencias ya aprovechan el filón viral en sus campañas, que suelen captar al público haciéndose pasar por gente normal. Hemos bajado la imagen de la alta sociedad a la sala de estar. Delante de la pantalla ya no tenemos miedo a sacarnos los mocos, a mirarnos los pelos y hasta bailar mientras el vecino cree que más te valdría trabajar. Hemos asumido que todo, casi, es igual a los demás. El valor de ser especial está en horas bajas, ahora lo que mola es revelar que has sido capaz de sacar tu vergüenza humana del cuerpo. A ver quién le pone más h... y descubre que el secreto es que todos estamos condenados a escondernos.

(Respira)

Hace gracia ver cómo funcionamos en masa. Cuando por fin hemos tenido oportunidad de estar hipermegaultraconectados, lo primero a lo que nos hemos lanzado es a reírnos de la sabiduría de nuestros antepasados, que es experta en tirar la piedra y esconder la mano. Yo diría que nos honra como raza. Tantos años de escuchar que "cuando seas mayor lo entenderás", para darnos de bruces con que aprender trataba en saber disimular. La gran lección era toser cuando te tirabas un pedo y salir divina sin que nadie te dijera cómo hacerlo. Pero con un fenómeno en el que se te escapa una ventosidad y tienes a tres personas alrededor para contárselo a 500, ¿cómo quieren conservar tan preciados conocimientos en la más estricta confidencialidad?

El gran temor del poder orwelliano (nunca sabremos si es Google está o no de nuestro lado) es que de repente ya no se pueda esculpir una imagen al gusto del bon faire. Difícil será que nos digan qué está bien o mal si el deseo ya se ha puesto al descubierto. Cualquier excentricidad, rareza o bizarre, o cualquier gran miseria que antes nos tiraba para atrás, triunfa más que la última coca-cola del desierto. Eso de que ya no hay valores, o por lo menos no los compartimos, ya lleva mucho tiempo en juego. Pero a mí me da por pensar que la 2.0 ha avanzado un paso más: ha conseguido poner fin a los dioses que nos decían a qué aspirar.

La revolución no es que nos podamos comunicar, o no solamente, sino que podemos comunicar justo lo que se suponía que debíamos que evitar. El poder tiene más difícil mover los hilos cuando existe un tipo que coge al vuelo laptops con una sorprendente habilidad rectal. Después de ver este vídeo, ¿cómo quieren que no le vote como a un ídolo?

Para mí el regocijo queda en darse cuenta que ser normal es lo más extraño con lo que me puedo encontrar. Aunque quizá salga más a cuenta poner algún ideal a intentar entender que uno mismo es igual, y algo más, que lo que ve en sus vecinos. Esa gran frase de que la verdad a veces suele revelarse en forma de escupitajo en la frente.


LES AGRADEZCO CON UN REGALO EJEMPLAR HABER LLEGADO HASTA EL FINAL. EL SUBCONSCIENTE COLECTIVO DE ESTE PERSONAJE ES DEL TAMAÑO DE SU PAÍS ENTERO. HAY QUE SER FAN.



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